La madre del emigrante
La ciudad de Gijón está plagada de esculturas tal y como ya comentábamos hace unos meses, pero hay una que es especial por su significado: La madre del emigrante.
En 1970 se inauguró esta escultura en el lugar que popularmente se conoce como El Rinconín.
Obra de Ramón Muriera, esta escultura realizada en bronce representa a una mujer con la mirada perdida y una mano extendida mirando al mar por donde han emigrado sus hijos y espera su regreso, aunque tal vez nunca se produzca.
Erigida como homenaje a las madres de los emigrantes, y alejada de los cánones habituales de la escultura conmemorativa al uso, fue incomprendida, criticada y denostada durante mucho tiempo ya que muchos consideraban que no simbolizaba la imagen que los emigrantes a ultramar guardaban de sus madres.
Para llegar hasta ella hay que cruzar por encima el río Piles tras caminar un trecho por el Paseo de San Lorenzo, un paseo marítimo de algo más de tres kilómetros. El paseo sigue hasta la Providencia, con unas impresionantes vistas.
Quienes la han visto aseguran que verla cuando está lloviznando es todo un espectáculo por la emotividad y expresividad que transmite con su mano levantada, el pelo encrespado y el vestido pegado al cuerpo por el viento, retratando un eterno saludo de despedida.
Como curiosidad cabe señalar que en las mismas fechas que se instaló, inauguraron en el Campo Valdés la estatua del Emperador Octavio Augusto, que fue muy bien acogida en la ciuad por su estética clásica, en contraposición a la modernidad que suponía La Madre del Emigrante.
Se decía maliciosamente que se había instalado en el Rinconín por no haberse encontrado otro punto más alejado del corazón de la ciudad.
Una escultura con alma que incomoda por representar el sufrimiento intrínseco de la emigración, desgraciadamente un tema de rabiosa actualidad.