Uno de los museos más importantes de toda la ciudad de París es, sin duda alguna, el fantástico Museo del Louvre. De hecho, yo creo que es el más conocido del país a nivel internacional y, por supuesto, el más popular y visitado, ya que se le considera uno de los más importantes del mundo. También es cierto que este flamante edificio consagrado al arte y a la arqueología se lo merece, ya que cuenta con numerosas colecciones de una riqueza que no somos capaces de imaginar.
Pues bien, en la zona dedicada al renacimiento del siglo XVI nos encontramos con nada más y nada menos que la famosa y misteriosa obra de Leonardo da Vinci, La Gioconda, conocida también por el nombre de la Mona Lisa (o La Joconde o Madonna Elisa para los nativos franceses). ¿Y qué podemos decir de tal obra de arte universal? Para empezar, su autor, Leonardo da Vinci, procedente de Florencia, era uno de los mayores ejemplos de hombre renacentista que existían, es decir, cultivaba todas las artes posibles. Este hombre era artista, escultor, arquitecto, científico, ingeniero, anatomista, urbanista, botánico, filósofo, músico, poeta y escritor. Casi nada, ¿eh?
Por ello, son muchas las obras que podemos destacar de él, aunque hoy nos centremos en sus aptitudes como pintor. La Gioconda es un óleo sobre tabla de álamo que fue pintado entre los años 1503 y 1506. Sus medidas son de 77 x 53 centímetros y la técnica que utilizó da Vinci para él fue la del sfumato. Por supuesto, el cuadro es uno de los más protegidos de todo el Museo del Louvre y cuenta con una óptima preservación.
Pero la fama de dicho óleo no se basa solamente en la pintura que vemos, sino en lo que hay detrás de ella. Son muchos los enigmas y los misterios, las suposiciones y los rumores que esta bella dama encierra. ¿Quién era la modelo? De todas formas, esto es algo que quizás sólo acrecienta más aún la admiración de miles de millones de turistas que se acercan a contemplar este cuadro cada año, probablemente uno de los más famosos del mundo.
Foto Vía: New Visions2010