La historia del azulejo en Portugal

En Portugal, el azulejo llegó de la mano del rey Don Manuel I que, deslumbrado por la Alhambra, quiso decorar con este tipo de arte su palacio de Sintra. Gracias a ello, trabajaron en tierras lusas maestros procedentes de Triana y Talavera, propagándose la técnica por todo el país y llegando hasta nuestros días.

Los azulejos dejaron de importarse una vez que se impulsó la producción nacional en tierras lusas. A diferencia de España, el azulejo portugués goza de todo un diseño barroco en el que predomina, fundamentalmente, el azul inspirado por los perfiles talaveranos, las influencias de la cerámica china y la azulejería holandesa de la ciudad de Delft.

El término azulejo proviene de lapislazuli, que es una piedra azul semipreciosa. La palabra azul dio lugar a zulej, que significa pulido. En la Península Ibérica, fue introducido por los árabes. Al principio, se fabricaban con la técnica del alicatado, que unía piezas monocromas de barro vidriado recortadas de forma geométrica. Más tarde, se utilizó la denominada cuerda seca, en la que un cordón de aceite separaba los diferentes esmaltes. Estos, una vez fundidos, proporcionaban un color más oscuro.

El azulejo plano o italiano fue introducido en España por Nicolás Pisano que, a mediados del siglo XVI, empieza a fabricarlo en Sevilla, reproduciendo dibujos y figuras geométricas. Esta nueva técnica, mucho menos costosa que las anteriores, comienza a tener eco en Manises, Talavera de la Reina y Cataluña, donde se inicia la produción a gran escala. La iglesia tuvo mucho que ver en la expansión de estos azulejos, pues las fachadas y los frisos de sus templos fueron profusamente decoradas con revestimientos cerámicos.

Durante el siglo XVII, se produce un auténtico florecer del azulejo y el gusto por ellos permite que palacios y casas nobles tengan sus zócalos totalmente recubiertos con esta técnica. Lisboa y Coimbra, importantes centros del estilo manuelino, fomentaron la azulejería. Mientras, en Rota da Luz, donde se levantan los concejos de Aveiro, Estarreja y Ovar, a finales del siglo XIX y principios del XX, comenzó a utilizarse el revestimiento cerámico en fachadas urbanas, con gran profusión de motivos.


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