Milán y Napoleón Bonaparte

Arco de la Paz

En 1805 Napoleón Bonaparte transforma su República Italiana, conocida también como República Cisalpina, en el Reino de Italia. Se autoproclama rey el 26 de mayo de ese mismo año en el Duomo y otorga la capital a Milán. Una época en la que el general francés cubre de gloria y de monumentos a la capital lombarda. Muchos de ellos son hoy algunas de las principales atracciones de esta ciudad, de ahí que resulten de visita imprescindible.

Empezando por el Arco de la Paz, obra maestra arquitectónica de Luigi Cagnola. Fue construido en estilo neoclásico en 1807 (sus obras fueron concluidas por los austriacos en la década de los 30 del siglo XIX) para celebrar la llegada de Napoleón a la ciudad y es el único ejemplo de arco del triunfo que podemos ver en Milán. Seguimos por la Arena Cívica, construida entre 1805 y 1807 por el arquitecto Luigi Canonica. Un estadio neoclásico que se utilizó para la celebración de numerosos eventos y competiciones deportivas.

Otro de los grandes monumentos de la época es el Castillo Sforzesco. Allí se congregaba con Francesco Sforza y Ludovico el Moro una de las cortes más elegantes de Italia. A finales del XVIII era frecuentado por artistas e intelectuales. A principios del XIX Napoleón ordenó derribar las murallas que rodeaban este castillo para erigir en su lugar el Foro Bonaparte, una serie de edificios monumentales que debían rodear la fortaleza. Todo quedó en nada, tal vez por cuestión de tiempo o por los excesivos costes de la operación.

El 15 de agosto de 1809, con motivo de su cuadragésimo cumpleaños, Napoleón inaugura la Pinacoteca de Brera, uno de los museos más importantes de la ciudad. El edificio en el que se encuentra surgió como convento de la orden de los Humillados. Años más tarde, y gracias a María Teresa de Austria, pasó a ser sede de algunas de las instituciones culturales más interesantes de Milán. En el centro de su patio se halla desde 1859 la escultura «Napoleón como Marte el Pacificador», obra en bronce de Richini y encargada en 1807 por Eugenio de Beauharnais, hijastro del propio Napoleón.

Por último hay que mencionar la Villa Real, residencia familiar del virrey Eugenio de Beauharnais. Este elegante edificio de finales del XVIII tuvo como huéspedes ilustres a Joaquín Murat, Carolina Bonaparte o el mariscal Radetzky, quien murió en él el 5 de enero de 1858. En la actualidad alberga diferentes colecciones de arte moderno.


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