En otoño, Mérida es una ciudad muy agradable, con un clima suave. Los bordes del río Guadiana, bien preparados, incitan a dar un paseo y se pueden ver a muchos habitantes de la ciudad corriendo o haciendo deporte. Después de un buen desayuno, por ejemplo, una tostada con tomate y jamón ibérico, una tostada de cachuela, plato típico de la región, aconsejamos visitar los principales monumentos del centro de la ciudad como son el templo de Diana, el teatro y el anfiteatro.
El Museo Nacional de Arte Romano es una de las instituciones culturales más importantes de la región, tanto por sus colecciones como por la arquitectura del monumento que los acoge. La vista puede durar dos horas. A la hora de la comida, una parada en la Despensa del Castúo, enfrente del Museo, es lo más aconsejable.
Después podéis dirigiros hacia el centro a través de la amplia calle comercial, Santa Eulalia, hasta llegar a la Plaza de España con sus palmeras. Se puede continuar la bajada hasta la Alcazaba y finalmente pasear por el puente romano descubriendo la maravillosa vista que ofrece el río.
Se trata de uno de los puentes más largos del mundo romano con 792 metros, cuya construcción primitiva data de la época de Augusto. Si se continua el paseo más allá del puente nuevo, se puede llegar al acueducto de los Milagros, una hermosa construcción donde habitualmente anidan las cigüeñas. Sin embargo, en el mes de octubre la mayoría de estas aves han partido hacia África.
Por último se puede terminar con el arco de Trajano que servía de acceso al foro provincial. En esa zona se pueden descubrir diferentes terrazas para pasar una velada agradable bebiendo una copa en un bar y escuchando música de jazz.